Este es el dia que fuimos a visitar el museo de Edo Tokyo. Edo es como se llama la época medieval japonesa, en la que habían emperadores, shogunes, clanes de samurais y demás parafernalia.
Para llegar al museo tuvimos que caminar un buen tramo; para darnos cuenta que a unos 50 metros del museo había otra parada; pero la caminata no fué en vano, pudimos ver un poco de un Tokyo más «normal»; ya que hasta ese día siempre habíamos estado dando vueltas por la zona «bien».
 Esto no sabemos lo que es, pero parece un templo.
 Hice esta foto para tener un cruce en mis fotos; pero pillé un taxi. Los taxis en Tokyo pueden ser de cualquier color.
 Hay calles que no tienen aceras.
 Aprovechamiento máximo del espacio disponible: Una autopista elevada sobre un río.
 Una cosa que no me gustó de esa zona es que todos los cables están por el aire. No se si habrá alguna razón para ello (¿por los terremotos?) pero en algunos casos como éste cuando coinciden muchos no es que sea muy agradable para la vista.
Cuando por fin llegamos al museo, no sabíamos que habíamos llegado, porque el museo es un edificio enorme, y bastante feo por fuera. Parece más bien un aeropuerto antiguo:
Cuando nos dimos cuenta que realmente era nuestro destino, nos metimos dentro, y lo primero que nos encontramos fué una especie de escultura recargarda de todo tipo de iconos y… suerte que tengo una foto, porque realmente no tengo ni idea de cómo definir esto:
Cerca de «eso» hay una máquina que te hace una foto a la cara por temperatura y te imprime la foto en un ticket. Es difícil de entender, lo que se ve en la pantalla de la máquina es como lo que ve el depredador (de la película de Schwarzenegger). No se exactamente que hacía, pero era algo relacionado con la salud. Más adelant hay las taquillas, y una tienda donde compramos muchos de los detalles que hemos traido para regalar. Una vez compradas las entradas, subes en un ascensor a la planta más alta, y al entrar al museo en si, tienes una vista desde arriba muy chula de unas reproducciones de casas típicas de la época, con personajes famosos incluídos:
Después bajas al nivel de los edificios y hay múltiples vitrinas con todo tipo de objetos, como por ejemplo litografías y escritos:
O maquetas de distintos tipos de edificios o pueblos:
Campanas:
Estandartes, que se usaban militarmente. Es bastante pesado, el de la foto es una reproducción y lo podías coger para hacerte una foto con él:
También los transportes que usaban las clases altas, aunque no se si irían muy cómodos en un trasto tan pequeño:
Hay algunos objetos que ya no me acuerdo que utilidad o uso tenían, pero muchos son sorprendentes por el detalle de sus figuras y gravados:
También hay reproducciones de casas y escenas típicas de la época edo:
Hacia al final hay una sección de cosas que son antiguas pero del siglo XX. Unos ejemplos que nos hicieron reír un poco:
Para terminar hay toda una sección dedicada a la guerra mundial. No tengo fotos de ello porque es algo que da mucho mal rollo.
Saliendo del museo pero aún en el mismo edificio nos topamos con una máquina de vebidas que era algo distinta a las que ya estabamos acostumbrados, pero esta superaba al resto por que tenía una pequeña pantalla con vídeos publicitarios:
Al salir, bucamos un sitio dónde comer; miramos dentro del museo, pero es típico que en estos sitios la mayor parte de la comida sea de estilo occidentalizado, así que no estábamos muy convencidos. Al final salimos fuera y cerca del museo encontramos un restaurante que nos sorprendió muchísimo en todos los aspectos. Era muy bonito, ambientado en la época Edo, un servicio excelente, unos precios muy bajos y la comida deliciosa.
 En la foto no se aprecia, pero el restaurante está debajo de una autopista elevada.
Pedimos para comer un plato que es especial para luchadores de sumo -al fin y al cabo estábamos en la zona-, pero no lo tenían y nos ofrecieron Sukiyaki en sustitución. El Sukiyaki lo he tomado yo en Barcelona y está muy bueno, así nos lo presentaron:
Esto es lo que comí yo:
 Creo que esto aquí lo llaman Sangria Sushi.
Por la tarde estuvimos de compras otra vez, nada especialmente interesante que anotar. Luego volvimos para el hotel.
Cuando estabamos llegando al hotel, vimos que en uno de los niveles inferiores respecto al pasillo por el que íbamos, estaban filmando un programa infantil. Resulta que uno de los rascacielos de la zona en la que está nuestro hotel es de una emisora de televisión:
Por la noche nos fuimos a cenar con un japonés que ha estudiado castellano porque le gusta el idioma. Lo conoció uno de nosotros en un foro de japoneses hispanohablantes. Estubo muy contento de poder practicar el idioma con nosotros, y nos llevó de paseo para buscar un restaurante donde cenar. Por el camino habían decoraciones navideñas:
Cenamos en un pequeño restaurante de pinchos. Está en una calle paralela a una calle principal, y la entrada está después de bajar unas escaleras delgadas que te llevan al sótano. El sitio estaba lleno de ejecutivos, comiendo pinchos y beviendo cerveza. No suelen tomar sake, prefieren la cerveza.
La comida la encargó nuestro amigo japonés, y pidió cosas típicas de ese sitio; algunas estaban buenas, y otras no tanto; pero no porque no fueran buenas, sino porque no parecían especialmente apetitosas; había platos como por ejemplo piel de pollo frita, o ovarios de gallina. También pinchos de algún tipo de carne pero con muchísimos cartílagos; creo que era oreja de cerdo. También había comidas más «normales»; como albóndigas o pinchos de pechuga de pollo con salsas.
Hasta aquí el día 5.